Prestan una gran atención a la deontología profesional y plantean con los clientes un enfoque de total respeto, aceptando únicamente encargos que, gracias a sus competencias, pueden conseguir un valor añadido para el cliente;

Conocen numerosos enfoques y métodos, más allá de las 11 competencias básicas enumeradas por la ICF;

Experimentan continuamente nuevos modos de trabajo para sí mismos y para sus clientes, comparándolos a menudo con supervisores expertos;

Tienen confianza total en las capacidades del cliente y lo invitan continuamente a ser colaborador en la construcción de su programa de coaching;

Saben distinguir exactamente entre los contenidos y los procesos y desarrollan su función facilitando procesos que le permiten al cliente adquirir nuevas y útiles perspectivas para avanzar hacia resultados concretos;

Han desarrollado una profunda capacidad de escucha que va más allá de lo que se expresa verbalmente y utilizan esta habilidad para plantear preguntas y observaciones de gran eficacia para el cliente;

Poseen competencias de emprendimiento y gestión que les permiten construir y mantener su actividad profesional;

Se actualizan continuamente y tienen una red de referencia internacional con la que compararse para poder ofrecer a sus clientes todo lo mejor que se ha desarrollado en el sector.